¿El ser humano va cambiando, evolucionando durante su vida? ¿Esos cambios siguen algún recorrido prefijado? ¿De qué dependen? Desde la psicología muchos intentaron responder estas preguntas. Por ejemplo, la teoría psicodinámica atribuye los cambios al constante conflicto entre las tendencias hacia el placer y las tendencias hacia la destrucción. Los lacanianos dirán que, debido a la falta inherente a todo ser humano, que no puede ser saciada con nada, el hombre cambia sustituyendo sus objetos de deseo para lograr, aunque sea, una sensación de completitud. Pero que el momento decisivo es un cambio de posición, cuando deja de ser Objeto de Otro y adviene en Sujeto. Por otro lado, las teorías cognitivistas dicen que el hombre cambia en la medida en que realiza aprendizajes sobre sí mismo, sobre su relación con los otros y sobre la realidad. Los humanistas afirmarán que hay un Sí mismo que tiende hacia la plenitud, y el devenir de la vida consiste en ir “despejando” los obstáculos que dificultan el despliegue de esa Esencia. La logoterapia agregará que, a ese camino, lo guía un Sentido a develar, particular para cada uno. Pero que hay valores universales, como el amor a la vida y el amor al otro.
Una a teoría del desarrollo menos difundida fue planteada por Kazimierz Dabrowski en las primeras décadas del siglo XX. Quiero dedicarle esta, y varias más, entrada del blog, porque es una teoría que resulta muy afín para poder comprender las experiencias vitales de las personas con altas capacidades.
Este psiquiatra polaco denominó a su teoría “de la Desintegración Positiva”. ¿Por qué ese nombre? En ese momento, la mayoría de los psiquiatras usaban la palabra “desintegración” psíquica asociándola con enfermedad mental, pero Dabrowski observó que muchas veces la “desintegración”, que conlleva sufrimiento y muchas veces neurosis, son parte de procesos de crecimiento, o sea, tienen una función “positiva”.
Será que la vida de Dabrowski estuvo marcada por crisis. Vivió, como Freud y Frankl, uno de los períodos más turbulentos de la historia: el que abarcó las dos guerras mundiales. Perdió a su hermanita de 3 años a causa de meningitis, a un hermano en la Primera Guerra y a otro en los campos de concentración. Uno de los recuerdos más vívidos de su infancia, era caminar a través de un campo cercano a su casa, y observar los rostros de los soldados muertos. Le asombraba cómo esos rostros eran tan distintos unos de otros: algunos conmocionados, algunos enojados, otros asustados, algunos brutales, otros pacíficos. ¿Por qué será que algunas personas pueden morir asustados y otros con paz? ¿Por qué algunos pueden evolucionar y cambiar logrando ser mejores humanos, y otros no?, se preguntaba. Decidió averiguarlo estudiando psiquiatría. Conmovido por el suicidio de su íntimo amigo, realizó una investigación con artistas, músicos, escritores y místicos que habían tenido experiencias de gran intensidad emocional. Su hipótesis era que había una conexión entre el desarrollo humano, las emociones y las experiencias de sufrimiento. Sus propias experiencias tristes continuaron: su esposa murió de tuberculosis, los estalinistas lo encarcelaron y le prohibieron ejercer. Sin embargo, siguió trabajando desde la clandestinidad para no abandonar a sus pacientes enfermos mentales, hasta que, temiendo por su vida y la de su familia emigró a Estados Unidos.
Allí publicó su teoría, y en la contratapa Abraham Maslow, uno de los padres del humanismo, escribió: “Es una indagación muy profunda y llega a conclusiones extremadamente importantes que sin duda cambiarán el curso de la teorización psicológica y la práctica de la psicoterapia durante algún tiempo”. En 1965, la Universidad de Alberta, Canadá, lo contrató para enseñar e investigar. Sus estudiantes y colegas lo recuerdan como un hombre tranquilo, humilde, erudito, trabajador, y que pasaba mucho tiempo meditando. También era pianista y poeta. Cuando tenía setenta y tres años compró un terreno en Polonia para desarrollar un nuevo centro de salud mental, pero la muerte lo sorprendió antes de poder concretarlo. Muchos de sus discípulos de Canadá continuaron investigando y difundiendo su teoría, que trataré de contártela brevemente en el siguiente artículo.
¿Conocías a Kazimierz Dabrowski? ¿Te resuena lo que plantea bajo el nombre de «Desintegración positiva»?