Hola. Soy Analía, tengo 33 años y me acabo de enterar que tengo Altas Capacidades. Siempre supe que era una persona relativamente inteligente: tenía el mejor promedio del salón y evidencié talento para las matemáticas durante dos olimpiadas nacionales de matemáticas (para mi sorpresa). Sin embargo, nunca hubiera asociado una relativa inteligencia con la pertenencia a una minoría, o que esa pertenencia tuviera algo que ver con los múltiples problemas de adaptación que he sufrido a lo largo de mi vida. Y es que mi éxito académico comenzó a decaer a los 14 años, cuando decidí dejar de esforzarme por el 10 para conformarme con el 7 (en un intento infructuoso por dejar de ser “la nerd”) y se terminó de hundir a los 16 años, cuando dejé el secundario a causa de un trastorno de ansiedad generalizado.
Creo que la mayoría de nosotros solemos asociar los problemas y dificultades recurrentes de nuestras vidas con un defecto, debilidad o incapacidad de nuestra parte para adaptarnos al sistema reinante. Es inevitable que hayamos creído alguna vez que «no nos estamos esforzando lo suficiente» por encajar (con el correspondiente sentimiento de culpa que eso conlleva). La idea de que uno puede tener dificultades a causa de un potencial talento, es algo nuevo para mi, y es un conocimiento que espero vaya echando raíces en mi conciencia y en mi autoestima.
Aprender sobre las Altas Capacidades me ha hecho reflexionar muchísimo sobre lo que consideramos bueno o malo, normal y anormal (y cómo asociamos normal con bueno y anormal con malo). Sobre este tema (la construcción del concepto de normalidad) es que me gustaría aportar algunas reflexiones. Me serviré de la astrología, que es una de las cosas que más disfruto estudiar.
En la astrología, Saturno es considerado un planeta “maléfico”: donde sea que se ubique en nuestra carta natal, señala el área de la vida donde tendremos que afrontar obstáculos y limitaciones. A través del sufrimiento y el esfuerzo, este planeta nos enseña a madurar y a desarrollar el carácter. Por esto también se lo llama «El Gran Maestro». Saturno también rige el éxito material, ya que el esfuerzo y la constancia que nos alienta a desarrollar, suele ser recompensado por el entorno (sea económicamente, o con una buena reputación social). Sin embargo, Saturno es también el Dios del TIEMPO.
Este planeta tarda casi 30 años en cumplir un ciclo, y ese es el tiempo que nos puede llevar (dependiendo de nuestra carta natal) el empezar a comprender cuáles son los hábitos y errores que debemos corregir, y cuales son los objetivos que realmente valen la pena y cuales no.
Pero siendo que vivimos en una cultura que glorifica la juventud mientras descuida y muchas veces humilla a la vejez ¿cómo no va a tener mala reputación un planeta que nos enseña que las cosas que realmente valen la pena, suelen necesitar muchos años de esfuerzo?
En una sociedad que espera que tengas tu vida y tus objetivos resueltos para la edad de 30 años ¿cómo no se va a considerar negativo un planeta que nos dice que ciertas cosas solo se comprenden con la perspectiva ineludible de la adultez?
En una sociedad obsesionada con las apariencias y la idea de proyectar una imagen de constante éxito y felicidad ¿cómo no va a asustar un planeta que nos enseña a perseverar a través del fracaso, y a ser humildes a partir de la rememoración de nuestros errores?
Durante un tránsito de Saturno, es posible que uno sienta un inexplicable deseo de abandonar su trabajo, desconectar (poner en avión) su celular, encerrarse en su casa, y reflexionar profundamente sobre las decisiones que ha tomado en su vida. Es cuando te miras al espejo y te haces todas esas preguntas que has venido evitando hace tiempo.
¿Pero cómo compatibilizamos esta necesidad de soledad e introspección, en un mundo que nos pide estar conectados 24 horas al día, 7 días a la semana, activos y con vacaciones programadas en total asincronía con los ciclos naturales (y personales) de cada individuo? ¿Qué espacio tiene Saturno en nuestra sociedad?
Y surge la pregunta: ¿No será por esta falta de espacio, que se considera un planeta tan “maléfico”? Es interesante notar que Saturno también rige nuestro sistema óseo, esto es, la parte más sólida de nuestro cuerpo y la estructura que nos sostiene.
Conectando esto con la auto-percepción que construimos de nosotros mismos: ¿Cuántas veces nos sentimos como que hay algo “mal” en nosotros, por el simple hecho de que nuestra forma de ser no encaja con la forma de ser de la mayoría? ¿Cuántas veces nos sentimos culpables por no encajar en una sociedad que parece no tener un espacio designado para nosotros?
El concepto de normalidad es, para bien y para mal, un concepto democrático. Se define a partir de “la mayoría” y de esa definición también se desprende lo que es «bueno y deseable», pues somos seres sociales y todos necesitamos conectar con otros seres humanos. Es por esto que la equiparación de “anormal” con “malo” o “defectuoso” es en realidad bastante lógica y tiene sentido creer que son sinónimos.
Esta discriminación puede incluso tener fines evolutivos ya que gran parte de nuestra supervivencia probablemente esté conectada con nuestra capacidad de cooperar e integrarnos a un grupo que nos ofrezca protección. Estar solos es estar a la intemperie en cierta forma, y así se siente.
Sin embargo, en estos últimos años he empezado a cuestionar si “la mayoría” es un buen parámetro para medir lo bueno y lo deseable y si realmente es una señal de salud el estar adaptado a esta sociedad. Considerando que cada vez es más inaccesible tener una vida sana y equilibrada con alegría, amistad, sano ocio, y estímulo intelectual, parecería ser todo lo contrario. Claramente la sociedad necesita un cambio de dirección…
Es inevitable que las cosas se construyan tomando en consideración únicamente a la media de la población. No tendría sentido hacer todas las puertas de 3 metros, para no discriminar a las personas excepcionalmente altas, o hacer todos los objetos aptos para zurdos, cuando más del 90% de la población es derecha. Pero creo que estaría bueno preguntarnos por qué ciertas minorías no están recibiendo tanta atención como otras…
¿Dónde dibujar la línea entre una sana adaptación a la sociedad, y el sometimiento o castración de nuestras cualidades únicas y originales? ¿Cuántos niños estarán sufriendo (o siendo erróneamente diagnosticados) a causa de un sistema educativo que no parece tener interés ni en detectar, ni en dar el apropiado estímulo a sus capacidades superiores? ¿Cuántos adolescentes se sentirán deprimidos, solos y frustrados por su sensibilidad sensorial/emocional, y no ser capaces de disfrutar de lo que sus compañeros llaman “diversión” y “joda”?
Hace no tantos años, no existían los estímulos abrumadores que existen hoy en día: tecnología, música a decibeles que aturden, luces de colores, sustancias y alimentos estimulantes… ¿Cómo reaccionaría un ser humano de hace 500 años dentro de una discoteca moderna? Al pobre hombre probablemente le daría un infarto.
¿Qué es lo “normal”, entonces? y más importante aun ¿es correcto equiparar los términos «bueno» y «saludable» con «normal»? En un mundo donde las autoridades no paran de hablar de “inclusión y diversidad” ¿Quién es el que decide qué grupos o comportamientos incluir en nuestra sociedad y cuales no? ¿Y qué criterios utilizan para decidirlo?
Imaginemos por un momento cómo sería nuestra sociedad si “normalizaramos” a Saturno y se re-valorara de forma positiva la necesidad de reflexionar y replantearnos nuestros objetivos periódicamente: una suerte de “hibernación” en la cual se nos permitiría, de forma no-traumática, ir hacía nuestro interior y amigarnos con el silencio y la soledad. ¿Cuántas “depresiones” serían re-categorizadas a una definición más positiva e incluso saludable?
Imaginemos cómo afectaría a nuestra auto-valoración y autoestima si se normalizara que hay personas que no disfrutan de la recreación ruidosa y alcoholizada de un boliche, sino que preferirían socializar y conocer gente en lugares más tranquilos, donde se pueda conversar de temas variados y conectar, no necesariamente desde lo romántico/sexual, sino también desde la amistad y el intercambio intelectual.
Claro que existen lugares así, pero parecen ser más bien rincones accidentales y escasos, especialmente en las ciudades pequeñas. Los que somos “bichos raros” parecemos depender del absoluto azar, o de milagrosas sincronicidades para conectar entre nosotros. Gracias a Dios, los milagros ocurren pero ¿es necesario que nos sintamos tan solos y excluidos? ¿Es ésta exclusión producto de un desinterés político malintencionado o es simplemente el resultado del desconocimiento o incluso de la falta de exigencia de un espacio al cual llamar «nuestro»?
No tengo una opinión formada sobre este tema, sólo preguntas y reflexiones. Y el deseo de que de alguna manera, podamos conectar entre nosotros, y de a poco tal vez crearnos un espacio, una “red” dentro de esta sociedad tan “normal”: ayudarnos a entender que las personas diferentes son necesarias (hoy más que nunca) y que probablemente tengamos mucho para aportar.
Por último, me gustaría remarcar la importancia de la información. No es lo mismo sufrir taquicardia a causa de un trastorno de ansiedad, que sufrirla a causa de un defecto cardíaco congénito. Tal vez en la práctica la manifestación del síntoma no difiera demasiado, pero comprender la diferencia entre una y otra causa, es esencial para decidir el mejor accionar con respecto a nuestra salud. Del mismo modo, saber que la causa de algunos de nuestros malestares no es un defecto o debilidad de nuestro carácter, sino que puede ser un talento o una capacidad superior que simplemente debemos aprender a utilizar y aprovechar, es el paso primordial en el camino hacia la aceptación y la sanación. Por eso agradezco a las personas que se encargan de comunicar y divulgar esta información. ¡Gracias!
Los invito a visitar mi blog donde iré publicando algunos de mis relatos y reflexiones.
El primero, titulado “La bruja” está inspirado en ésta cuestión (de cómo el entorno puede influir en la manera en que nos valorizamos), espero les guste. También están mis datos por si me quieren contactar.
https://astrorelatos.wordpress.com/2022/09/10/la-bruja/
Gracias por leerme,
Analía
2 Comments
Niña Axoltl
septiembre 13, 2022 at 3:48 pm -Ton histoire m’a vraiment boulversé !
Creo que todos los cuestionamientos que te planteas ya son la respuesta que hace tanto buscabas y no sabías poner en palabras por tanta angustia… Después de todo, quienes aseveran categóricamente tener una respuesta certera para cada interrogante, son quienes, muchas veces, no pueden ver un «poco más alla», tal como vos sí podés.
Las diferencias forman parte de nuestra identidad, ¿por qué revolverse contra ellas? Si tout le monde se ressemblait, nous n’aurions plus d’identité, nous ne pourrions plus exister.
Chiara
septiembre 19, 2022 at 3:25 am -Tan hermoso y real! ❤️