Desde hace un par de siglos, la humanidad comenzó a cuestionarse por qué las sociedades diferenciaban de tal modo a hombres y mujeres en cuanto a jerarquías y funciones ¿Estas jerarquías y funciones se fundamentan en un orden inmutable de las cosas? ¿Cuándo se establecieron? ¿Siempre fue así?
Los primeros relatos y mitos de nuestra cultura se esfuerzan en definir el papel subsidiario de las mujeres pero, al mismo tiempo, les otorgan una capacidad de hacer daño muy por encima del lugar asignado de «segundonas» (Adán y Eva, Pandora, Lilit).
Algunas teorías hablan de un tiempo de matriarcado, donde la posibilidad de parir y dar vida la hacía muy poderosa. Otras dicen que en la vida nómade las funciones estaban muy definidas: el hombre cazaba y defendía y la mujer paría y amamantaba, y que en la vida agrícola esto dejó de tener sentido: las mujeres podían cuidar la tierra igual que ellos.
El hecho es que las mujeres han sido ciudadanas de segunda durante milenios. El infanticidio de mujeres ha sido una práctica extendidísima y habitual en toda la historia, desde en los pueblos romanos hasta los chinos y egipcios. Lo que da una idea del escaso valor que se daba a la mujer, que llegaba al mundo con el desconsuelo fundamental de no haber sido ni siquiera deseada. San Pablo exhortaba en su Primera carta a los Corintios: «Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice».
En ocasiones, el nivel de odio y temor a la mujer ha alcanzado límites aterradores, como la caza de brujas del siglo XV, millones de mujeres y niñas quemadas vivas con acusaciones delirantes, en las que subyace el castigo por pretender elegir y tener control sobre sus vidas, pretender conocimientos médicos que les estaban prohibidos (las mujeres no podían estudiar) y cierta independencia.
En la Revolución Francesa se alzaron ciertas voces de pensadores “feministas”. Condorcet escribió su ensayo “Sobre la admisión de las mujeres en el derecho de la ciudad”. Robespierre lo condenó a muerte. Desde el nacimiento de la ciencia las mujeres se convirtieron en objeto de estudio de los hombres, que comparaban su comportamiento con el “normal”:
“Se admite generalmente que en la mujer los poderes de la intuición, la percepción y quizás la imitación son más señalados que en el hombre, pero algunas de estas facultades, al menos, son características de las razas inferiores y, por consiguiente, de un estado de civilización pasado y menos desarrollado” (Charles Darwin)
Se veía a la mujer con un ser enfermo sujeto a menstruaciones, sofocos y angustias, hasta llegar hasta las histéricas de Freud.
Tantas mujeres inteligentes y sensibles intentaban escapar del vacío y las paredes sociales a través del amor romántico, o relaciones de convivencia de por vida con otras mujeres (sin ser necesariamente lesbianas), sino como una unión emocional y cómplice frente a la vida de mujeres activas, independientes e intelectualmente inquietas que no querían resignarse al encierro social. Otras se disfrazaban de hombres, como Juana de Arco o Mary Read. O se creaban seudónimos masculinos, como George Sand, para que sus libros tuvieran la oportunidad de ser publicados.
Otras escribían obras que sus cónyuges publicaban, como María Martínez Sierra, cuyas obras aparecieron bajo el nombre de su marido dramaturgo, Gregorio. O como la famosa socióloga Concepción Arenal, que tuvo que disfrazarse de hombre para asistir a la universidad. También muchas mujeres se «metían de monja» para poder estudiar y desarrollar una carrera, como Sor Juana Inés de la Cruz.
¿Me cuentas? ¿Has vivenciado en tu vida cotidiana estas formas sutiles de estereotipos y machismo? ¿Las detectás en bromas, canciones, frases? ¿Cómo te afecta?
1 Comments
Niña Axoltl
junio 18, 2022 at 11:58 pm -La violencia contra la mujer, es la historia de la civilización. Inluso las religiones sustentan la disparidad entre el hombre y la mujer, algo que, de hecho, siempre me hizo pregunta. ¿Acaso los émulos de Cristo repararon en violencia que contribuyen a perpetuar repitiendo porque sí «LA PALABRA»?
Por otra parte, creo que hay múltiples formas de machismo. Las más sutiles, en mi opinión, son las más peligrosas porque llegan a pasar desapercibidas, es decir, no hacemos acuse de recibo de las mismas… Están tan normalizadas que es muy difícil hacer la operación inversa y cuestionarlas. Por ejemplo: un hombre te invita a salir, él te paga y después, intenta avanzar más allá porque cree que, por su «deferencia» tiene ese derecho. Más de una mujer me contó que, frente a esa situación, aceptaron «ir más allá», como si se tratara de devolver el «favor».